viernes, 18 de abril de 2014

La gestión de la actitud


LA IMPORTANCIA DE LOS FACTORES ACTITUDINALES


¡Le propongo un reto! Haga una lista de las 20 características que debería tener para usted el profesional ideal. No se preocupe si después existe esta persona o si le pedirá un sueldo enorme. Piense sólo que características debería tener. Después de escribir las 20, marque aquéllas que hacen referencia a la actitud y tache las que tengan que ver con conocimientos, experiencia, idiomas, etc. Sin poder ver su resultado, estoy casi seguro que la gran mayoría de las características de “su profesional ideal son factores actitudinales. El resultado es invariablemente el mismo independientemente del tipo de profesional en el que haya pensado: un vendedor, un jefe de marketing, un administrativo, un conductor, un camarero,…

Desde un punto de vista profesional, todos nosotros nos encontramos en un punto de la cadena entre la empresa y los clientes. En un entorno tan competitivo como el actual, en el que hay muy pocas diferencias entre nuestros proveedores, nuestra presencia será imprescindible en la medida que aportamos valor. Cuando dejemos de aportar valor, es decir, cuando el hecho de que estemos o no en ese puesto no influya en los resultados finales, entonces estaremos en peligro. La actitud de las personas que trabajan en una empresa es su principal activo, ya que las empresa vive de las ganas de aportar, de crecer, de mejorar y de luchar de sus personas.

Nuestro valor como personas y profesionales viene determinado por la siguiente fórmula: 
 VP = ( C + H ) x A 
Valor personal=(Conocimientos + Habilidades) x Actitud

La actitud es el factor que diferencia a dos personas. Los conocimientos y las habilidades son importantes, muy importantes para algunas tareas, pero casi nunca suficientes. Además los conocimientos y las habilidades, si no se tienen, se pueden adquirir, todo el mundo es capaz de aprender. Las habilidades vienen de la experiencia. Con el tiempo, todo el mundo adquiere habilidades en un nivel más o menos razonable. Las actitudes son la gran diferencia y cuestan más de desarrollar.

Las personas se pueden clasificar, entre otras, en dos categorías: las que saben y las que no saben, pero eso no es lo más relevante. Si no saben, hay que ayudarles para que aprendan. La importante es otra clasificación: Hay personas que quieren y personas que no quieren. No hay que conformarse con las que saben, hay que buscar también las que quieren, que son las que tienen las actitudes adecuadas. La gran diferencia entre dos personas está en su actitud, sus ganas de movilizar sus mejores esfuerzos y capacidades.

Normalmente, las empresas están muy preocupadas en mejorar los conocimientos de sus equipos, mejorar sus habilidades profesionales, sus idiomas, etc., pero se pierde de vista en ocasiones, que tiene también una gran importancia saber gestionar adecuadamente la actitudes de las personas. Los profesionales mediocres se dedican a cumplir sus obligaciones, ni más ni menos, a desempeñar sus funciones de manera que no puedan dar motivos para ser despedido. Su esfuerzo adapta a la remuneración que reciben. Los buenos profesionales son aquellos que hacen más de lo que se espera de ellos, tienen buenas intenciones y un orgullo profesional que les impide quedarse en la mediocridad. Sin embargo, los profesionales excelentes, aquellos que destacan, son los que tienen una magnifica actitud, sienten la empresa como propia, son responsables, proactivos, entusiastas, positivos,…. Trasmiten este entusiasmos y esta energía.

EN RESUMEN

“Las personas se pueden clasificar, entre otras, en dos categorías: las que saben y las que no saben, pero eso no es lo más relevante. Si no saben, hay que ayudarles para que aprendan. La importante es otra clasificación: Hay personas que quieren y personas que no quieren. No hay que conformarse con las que saben, hay que buscar también las que quieren, que son las que tienen las actitudes adecuadas. La gran diferencia entre dos personas está en su actitud, sus ganas de movilizar sus mejores esfuerzos y capacidades, para así, relativizar sus ataduras genéticas. Para ello cuenta con cuatro herramientas: la automotivación, la proactividad, la cesión de las emociones y la comunicación interpersonal

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